—Buenos días, conejita —ronroneó, muy cerca de mi oído.
Me sonrojé un poco al verlo tan cerca de mí, pero luego recordé todo lo que había sucedido la noche anterior y me sonrojé aún más. Habíamos pasado la noche juntos, como era común en nosotros. Saber que él sentía lo mismo que yo, fue la mejor sensación. Quería quedarme junto a él así, cerca, tan cerca que podía escuchar los latidos de su corazón.
—Buenos días, lobito —respondí, en medio de un bostezo.
—¿Dormiste bien? —Preguntó, demasiado sonriente por la mañana.
Había dormido pocas horas, luego de quedarnos conversando casi toda la madrugada. Hablamos de todo y de nada. Él se disculpó mil veces por todos sus errores del pasado y yo me disculpé por no decirle la verdad antes.
Nate comprendió a la primera que yo no podía simplemente soltarle la verdad, pues no tenía bases o solidez en mi teoría. Una humana no tenía oportunidad de ser mate de un hombre lobo. Y yo comprendí que él no lo aceptara al principio. Toda su vida estuvo crey