—Aparta tus manos de ella —ordenó la severa voz de mi mate y mejor amigo.
El desconocido pareció notar entonces dónde nos encontrábamos. Se apartó ligeramente, permitiéndome observar unos hermosos ojos color miel. Sus facciones eran suaves, su nariz era pequeña y respingona, tenía una mirada tierna, como si estuviera viendo la cosa más hermosa de todo el universo.
¿Por qué se negaba a soltarme y cómo es que podía ignorar a Nate con tanta confianza?
Me sonrojé ante la vergüenza. Todos los estudiantes seguían ahí, intentando comprender la escena frente a sus ojos. Ni yo misma lograba comprenderla.
El desconocido me miraba solo a mí, ignorando a todos los demás. Incluyendo a Nathan. Eso no lo hizo feliz. Terminó por acercarse, con un rostro mortalmente serio.
—¿No me has escuchado? —insistió.
—Te escuché, pero no me importa lo que digas —respondió sin voltear a verlo.
Era valiente, eso debía aceptarlo.
Noté el gesto impaciente de Nathan, por lo que decidí intervenir. El desconocido era u