Al día siguiente.
A pesar de la situación Elena logró conciliar el sueño en aquella noche fría y solitaria, al despertar llevó la mirada a su alrededor, luego apretó los ojos con fuerza, estaba frustrada, aquello que estaba viviendo como una pesadilla era igual de real a ella.
La puerta se abrió y una mujer entró, en su mano traía una maleta, sin decir una sola palabra se ubicó justo al lado del armario y comenzó a acomodar ropa de la talla de Elena.
—Debe estar cansada, le sugiero que tome un baño —comentó la mujer.
Elena salió de la cama fijando la mirada en ella, era inevitable no sentir desconfianza.
—Una vez esté lista el desayuno espera por usted, a menos de que quiera desayunar en la habitación —agregó la mujer.
—¿Quién es usted? —preguntó Elena siendo directa.
—Solo soy una empleada más del señor Leonardo —respondió ella manteniendo la mirada puesta en el armario.
—Así que su nombre es Leonardo —musito Elena entre dientes—. Tomaré el desayuno en la mesa —indicó a la mujer y