Sophie tomó un vuelo sola, en la penumbra de un amanecer que parecía presagiar tormentas. No se lo dijo a Logan. No todavía. Su corazón estaba encogido, un nudo de fuego y escombros, y su alma cargada de una única intención: descubrir la verdad que la perseguía como un lamento. Horas antes, en la calidez de los brazos de Logan, sus cuerpos se habían fundido en una pasión desesperada, un reencuentro que había sellado la verdad del ADN: él no le había mentido, no la había traicionado. Ese amor, puro y feroz, debería haberla elevado a un éxtasis radiante, debería haberla envuelto en una euforia que borrara todo dolor. Pero las palabras de la enfermera, “Tú fuiste robada”, resonaban en su mente como un eco implacable, un veneno que empañaba la luz de su reconciliación. Mientras su cuerpo aún temblaba con el recuerdo de los besos de Logan, su alma estaba atrapada en un torbellino de dudas, y la medalla que colgaba de su cuello parecía arder con un secreto que no podía ignorar.
La clínica Sa