El lobo con tacones
En el penthouse de los Belmont vibraba con la calidez de una noche familiar, las luces tenues reflejando el brillo de Manhattan a través de los ventanales. Sophie y Logan Belmont estaban en la cocina, preparando una cena sencilla de pasta con los trillizos —Liam, Noah y Alex— mientras reían y esquivaban las bromas de sus hijos. Liam, aún recuperándose de su estallido telequinético, usaba su habilidad para hacer flotar una cuchara de madera, ganándose una mirada divertida pero firme de Sophie. “Sin poderes en la mesa, pequeño,” dijo, besando su frente. Logan, revolviendo la salsa, le guiñó un ojo a Sophie, un gesto que reavivó la chispa de su amor, un refugio contra las tormentas de la Fundación Renacer y las maniobras de Cassandra Wolfe. Pero la reciente filtración de datos y las sospechas sobre Cassandra seguían pesando, una sombra que amenazaba su vida como empresarios, padres y amantes.
Después de acostar a los trillizos, Sophie y Logan se sentaron en el sofá, c