El juicio de sombras
La sala de hospital en Ámsterdam era un refugio de calma artificial, casi reverencial, donde el pitido rítmico de los monitores parecía marcar el frágil compás entre la vida y la muerte. Sophie yacía inmóvil en la cama, pálida, sus párpados apenas temblando, su cuerpo exhausto tras la transferencia genética que había desactivado los marcadores de Génesis y colapsado la red de La Cúpula. A su lado, Logan, con la espalda encorvada y los codos apoyados en las rodillas, no se había movido en horas. Las ojeras hundidas y la barba descuidada hablaban de noches sin dormir.
Apretaba la mano de Sophie entre las suyas, acariciando con el pulgar sus nudillos como si ese pequeño gesto pudiera evitar que se desvaneciera del todo. A veces le hablaba en susurros, con voz ronca, otras simplemente la miraba, en silencio, como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro por si acaso...
Los trillizos, ahora seguros en un piso franco cercano bajo la vigilancia de Marcus y Gertrud