Compró su boleto, se metió en el vagón y fue aplastada hacia una esquina, donde se apoyó para recuperar el aliento.
Alexander esperaba frente a su edificio. Estaba seguro de que ella estaba en casa, porque el brazalete seguía allí.
Y Maya agradeció haber tenido la precaución de dejarlo antes de salir.
De lo contrario, Alexander no estaría esperando en la entrada de su casa… sino en el restaurante donde estaba con Roberto.
Su corazón no había dejado de latir violentamente desde que salió corriendo hacia el metro. Aunque había planeado todo con cuidado, el miedo seguía pegado a su piel.
El Rolls-Royce negro de Alexander estaba estacionado junto a la acera como un depredador al acecho.
En el asiento trasero, él revisó la hora, cambió de postura y cerró los ojos. Era imposible saber qué estaba pensando.
En el restaurante…
Maya ya se había ido, pero Roberto seguía sentado, esperando.
Pasó demasiado tiempo. Terminó levantándose y fue a la puerta del baño… pero no había señales de Maya.
No n