Maya estaba tan sorprendida que se puso completamente alerta.
—Yo… no he cenado. Sr. Brook, ¿tiene hambre? ¿Por qué no mejor comemos algo primero?
¿En serio? ¿En el auto?
El coche seguía detenido. Ella solo deseaba que arrancara de inmediato.
¿Y si los niños caminaban hacia el vehículo buscando a su mamá?
Alexander la observó sin emoción, emanando una presencia tan peligrosa que llenaba el ambiente cerrado del auto.
Maya estaba tensa; temía que Alexander intentara algo allí mismo.
Y la aparición repentina de los niños casi la había matado del susto.
Rezaba para que el coche se pusiera en marcha cuanto antes.
—Señor Brook, ¿vamos a comer algo? —preguntó con ansiedad.
Alexander la miró con sus ojos negros y profundos antes de ordenar, con voz ronca:
—Conduce.
A su orden, el coche arrancó.
A unos metros, Tomas señaló el Rolls-Royce con su manita regordeta y exclamó:
—¡Coche!
Había reconocido el vehículo.
Cuando el auto avanzó a un ritmo constante, Maya por fin respiró un poco.
Pero seguí