Maya se quedó congelada.

Luego salió a buscar agua para Alexander.

Al cerrar la puerta detrás de ella, estaba tan tensa que apenas podía respirar.

¿Por qué estaba Alexander allí?

Era aterrador.

Afortunadamente, la señora Fine había puesto a los niños a dormir en su habitación al notar lo distraída que Maya estuvo todo el día.

Su cuarto estaba en la planta baja, justo en la esquina.

Demasiado peligroso.

Si hubieran dormido en la habitación de Maya… Alexander los habría visto.

La idea la hizo sudar frío.

Aunque no los había visto al entrar, estaban solo dos puertas más allá.

Bastaría un pequeño ruido y él lo descubriría.

—Debo decirle a la señora Fine… —pensó Maya.

Tenía que advertirle. No podía arriesgarse a que Alexander descubriera la existencia de los niños.

Pero cuando iba a doblar la esquina, se detuvo en seco.

Había varios guardaespaldas rodeando la casa.

Dos junto a la puerta.

Cuatro en el centro del jardín.

Dos en la parte trasera.

Y dos más al pie de las escaleras.

Tres de ell