Capítulo 73

—¿Por qué sigues fingiendo? —espetó.

Maya tembló, intentando mantener la voz firme:

—Creo… creo que estoy… herida…

Alexander iba a responder algo, pero entonces olió sangre.

Sus ojos se entreabrieron, fríos y filosos.

De inmediato encendió la luz.

La claridad iluminó la escena: la parte superior del brazo de Maya estaba cubierta de sangre, que goteaba hasta su muslo, empapando el pantalón negro de Alexander.

Él quedó inmóvil por un segundo.

Luego tomó su brazo con firmeza y vio varios fragmentos de vidrio incrustados profundamente en la piel.

Los cortes eran profundos; la sangre no dejaba de brotar.

—Agh… —Maya temblaba de dolor, respirando agitadamente.

Los ojos de Alexander se volvieron aún más afilados, sombríos, peligrosos. La temperatura de la habitación parecía descender hasta congelarse.

Sin decir una palabra, la levantó bruscamente en brazos y salió de la habitación.

Bajó las escaleras casi corriendo, atravesó la casa y subió con ella al coche.

Los guardaespaldas siguieron det
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