El rugido las sobresaltó y detuvo a Nicole.
Ambas se volvieron a ver a Demien, quién se acercaba con largas zancadas. Tenía la furia brillando en sus ojos y la mandíbula apretada. Los rasgos tan comprimidos con la ira, que Neta-lee incluso alcanzó a ver una vena latiendo en la parte lateral de la cien y una muy notoria en el cuello.
Demien pasó por su lado, casi empujándola, y se acercó peligrosamente a Nicole. Y mientras se convertía en un hombre realmente fuera de sí, Neta-lee se preguntó, en el velo de la sorpresa, cuánto tiempo llevaba él de pie oyendo la conversación.
—¡He dicho que te largues! — le gritó a la cara, haciendo que la mujer brincara y ensanchara los ojos de miedo.
—Pero, Demien, amorcito…
—¡Lárgate ahora! — dijo con dientes apretados y la tomó del brazo, empujándola a la salida. Abrió la puerta de la entrada y la sacó —. ¡No quiero volver a verte en tu mald1ta vida!
—¡Demien, puedo explicarlo!
Dante y Silas aparecieron en la entrada, ambos altos y trajeados y co