Cuando Neta-lee decidió postularse como asistente personal, creyó que su estadía allí sería breve, quizás un par de meses, y como máximo, un año. Sin embargo, desde aquel penoso día en que ingresó a la mansión Vincent, sin más experiencia que su voluntad y motivada más por necesidad que por elección, quedó atrapada en una decisión que la obligó a posponer sus propios sueños para mantenerse en ese lugar.No era que se arrepintiera cada día de haber aceptado el puesto, pero en jornadas como aquella, cuando el temperamental señor Vincent la regañaba con brusquedad —rozando el grito— por detalles insignificantes, se encontraba cuestionando su permanencia ahí con una intensidad que no podía ignorar.No era una mujer de mundo ni alguien excepcionalmente perfecta, pero trabajaba con una dedicación y pasión que la llevaban al límite. Aquellos regaños no ocurrían con frecuencia, pero, cuando sucedían, le dolía profundamente tener que agachar la cabeza y aceptar las duras y frías palabras de su
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