—¿Nate, cuántas veces has ido al acuario?La vocecilla de Noah la distrajo. Apartó la mirada de la ventanilla y miró al retrovisor para encontrar el reflejo del pequeño niño esperando paciente su respuesta. Se volvió ligeramente sobre su asiento, para mirar la parte trasera del vehículo y con ello a Noah. Demien conducía a su lado. El ambiente era una mezcla de música pop de una estación de radio al azar y tensión. Tras salir de su apartamento, Neta-lee había acordado con su familia que se encontrarían en el acuario ya que no cabrían todos en un mismo auto. Cassie había intentado convencerla de que ella se fuera con ellos en el auto de John, pero Neta-lee declinó tirando ligeramente de unas de sus coletas y bromeando. No había posibilidad alguna de que dejara solo a Noah con Demien, puesto que intuía que este último se echaría atrás a la primera oportunidad. Aquello había causado una ronda de preguntas que había almacenado en un rincón de su mente, sumándole a la lista de cosas por
—¿Dónde está Demien? — preguntó Neta-lee, con la mirada fija en el final del pasillo, cuanto su cuñado se reunió con ellas. John le tendió una botella de agua a su mujer, que aún cuando ella negó quererla, la aceptó y luego le tendió el vaso de cartón a su hija. Noah le ofreció una botella de agua a Neta-lee y ella le regaló una sonrisa agradecida y el pequeño le correspondió con una pequeña sonrisa tímida. —Dijo que iría al sanitario — respondió John. Neta-lee, de por sí tensa, al oírlo se atemorizó. Aún con todo, forzó una sonrisa e ideó una forma sutil de ir a buscarlo distrayendo a los niños. —¿Por qué no vamos a la tienda de recuerdos? —¡Sí! ¡Me encanta! — chilló Cassie, con un saltito .Y antes de que alguien la detuviera, tomó la mano de Noah y lo instó a correr por el pasillo. —¡Vamos! ¡Rápido, Noah!John dejó escapar una risotada y Neta-lee sonrió negando divertida por su vivaracha sobrina. —¡Cassie, no corras! — gritó Diana. Los tres fueron detrás, siguiéndolos de ce
Neta-lee siguió a Noah a través de los pasillos repletos de personas. Luchó por alcanzarlo, mientras gritaba su nombre, pero con la velocidad de un parpadeo el pequeño desapareció entre la multitud que atestaban el lugar. El pánico invadió sus entrañas, mientras no paraba de vociferar con desesperada urgencia el nombre del niño. Su familia también le ayudaba e incluso Demien estaba a punto de perder los estribos mientras buscaba a su hijo. Sin embargo, tras veinte minutos, seguía sin aparecer y las garras de su peor tormento no tardaron en comenzar a despedazarla. —¿Dónde está? ¿Dónde demonios se metió? — pronunció con angustia, tocándose la sien y mirando a todos lados. —Lo hallaremos. Tranquila, Nate. No tiene que haber ido muy lejos — Diana se mantuvo al lado de su hermana y le tomó de la mano, dándole un afectuoso apretón —. John ya fue a hablar con los guardias de seguridad y Demien también está buscándolo. Tranquila, Neta-lee. —Fue mi culpa… — musitó con voz desgarrada, co
Varias horas más tarde, Neta-lee bajó la escalera de la mansión sintiéndose agotada. Tras el enloquecido día, había vuelto a casa de Demien y no se había separado de Noah por todo lo que restó de la tarde. Demien, en cambio, al llegar a la mansión, había desaparecido en su despacho sin decir nada y ella no lo evitó. Ambos necesitaban urgentemente espacio tras lo sucedido y, mientras Neta-lee se embarcó en enfocar y volcar todo lo que le restaba de energía en el pequeño, Demien optó por refugiarse lejos. Mientras descendía por las escaleras y respondía un mensaje de texto de su hermana, exhaló con desgana. Diana había sido de gran ayuda esa tarde. A pesar de la tensión, su hermana había jugado un papel fundamental para que no perdiera los estribos. No había palabras suficientes para agradecerle a ella y su esposo por haberla ayudado, por lo que había dejado cualquier frase insípida de lado y los había abrazado a ambos cuando se habían vuelto a reunir. Por supuesto, mantuvo su decisi
Cuando Neta-lee decidió postularse como asistente personal, creyó que su estadía allí sería breve, quizás un par de meses, y como máximo, un año. Sin embargo, desde aquel penoso día en que ingresó a la mansión Vincent, sin más experiencia que su voluntad y motivada más por necesidad que por elección, quedó atrapada en una decisión que la obligó a posponer sus propios sueños para mantenerse en ese lugar.No era que se arrepintiera cada día de haber aceptado el puesto, pero en jornadas como aquella, cuando el temperamental señor Vincent la regañaba con brusquedad —rozando el grito— por detalles insignificantes, se encontraba cuestionando su permanencia ahí con una intensidad que no podía ignorar.No era una mujer de mundo ni alguien excepcionalmente perfecta, pero trabajaba con una dedicación y pasión que la llevaban al límite. Aquellos regaños no ocurrían con frecuencia, pero, cuando sucedían, le dolía profundamente tener que agachar la cabeza y aceptar las duras y frías palabras de su
—¡Mocoso ingrato! ¿Dónde demonios te habías metido? —espetó Nicole con aspereza, ajena a la mirada vigilante de Neta-lee, quien la observaba en silencio desde la penumbra de uno de los pilares, oculta fuera de su alcance visual. — ¡Cuando te digan que te quedes quieto, hazlo! —gruñó, tironeando del brazo de Noah con brusquedad.El niño intentó soltarse, aferrándose con fuerza a su mantita y al libro contra su pecho, mientras sus labios temblaban y sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.—Estoy harta de tener que andar detrás de ti. No haces más que complicarme la vida. Ni siquiera puedes quedarte quieto donde te dicen. Siempre causando problemas —continuó con tono áspero, sin soltarle el brazo. — Por eso nadie te aguanta, ni siquiera tu padre. Eres un estorbo, un mocoso desobediente y malo, y...—...Y si no quitas tus uñas de él, voy a partirte el rostro.Neta-lee avanzó un paso, con la rabia encendida en cada fibra de su cuerpo. Su postura era rígida, como una cuerda a punto de ro
Nicole salió del despacho justo cuando Neta-lee estaba a unos pasos de la puerta. Llevaba la nariz obstruida con dos tapones de papel higiénico y una sonrisa satisfecha que se extendía por sus labios enrojecidos. Con un gesto descarado, se limpió las comisuras de la boca con los dedos, dejando entrever una actitud provocadora. La mancha de sangre en su blusa era evidente, pero su rostro estaba impecable, como si quisiera borrar cualquier rastro de vulnerabilidad.Neta-lee apretó los dientes, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en su pecho. Al pasar junto a Nicole, le tomó el brazo con fuerza, sus dedos clavándose en la piel como una advertencia silenciosa. La miró con todo el odio que podía reunir, pero la sonrisa de superioridad de Nicole permaneció intacta, desafiándola con su insolencia.—¡Señorita Saint-Rose! —gritó Demien desde el interior del despacho, su voz cargada de impaciencia.Con un esfuerzo de voluntad, Neta-lee soltó el brazo de Nicole, pero no sin violencia. La empujó
Quince minutos después, ya completamente calmada, Neta-lee entró en la cocina. Stacy y Rosita la observaron con ansiedad, pero con un sencillo ademán de su mano les indicó que no hicieran preguntas por el momento. Al acercarse a Noah, le regaló su mejor sonrisa tranquilizadora, llena de ternura, y se sentó junto a él en la mesa.Noah la miraba con preocupación, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y curiosidad. Neta-lee, decidida a cambiar esa expresión, comenzó a distraerlo con bromas juguetonas y palabras cálidas, hasta que logró que el niño entendiera que ella estaba bien.Stacy empezó a servirles la cena, y el incómodo silencio inicial comenzó a desvanecerse mientras Neta-lee animaba a Noah con bromas y gestos alegres. Poco a poco, logró que el niño se abriera y comenzara a hablar sobre lo que había aprendido con su profesor ese día. Las bromas chispeantes de Rosita y Stacy no tardaron en llenar la habitación, y en medio de risas compartidas, la cena se transformó en un momen