—¿Dónde está Demien? — preguntó Neta-lee, con la mirada fija en el final del pasillo, cuanto su cuñado se reunió con ellas.
John le tendió una botella de agua a su mujer, que aún cuando ella negó quererla, la aceptó y luego le tendió el vaso de cartón a su hija. Noah le ofreció una botella de agua a Neta-lee y ella le regaló una sonrisa agradecida y el pequeño le correspondió con una pequeña sonrisa tímida.
—Dijo que iría al sanitario — respondió John.
Neta-lee, de por sí tensa, al oírlo se atemorizó. Aún con todo, forzó una sonrisa e ideó una forma sutil de ir a buscarlo distrayendo a los niños.
—¿Por qué no vamos a la tienda de recuerdos?
—¡Sí! ¡Me encanta! — chilló Cassie, con un saltito .
Y antes de que alguien la detuviera, tomó la mano de Noah y lo instó a correr por el pasillo.
—¡Vamos! ¡Rápido, Noah!
John dejó escapar una risotada y Neta-lee sonrió negando divertida por su vivaracha sobrina.
—¡Cassie, no corras! — gritó Diana.
Los tres fueron detrás, siguiéndolos de ce