Lisa
La sonrisa se me congeló antes de que pudiera girarme. No quería que se notara, pero el aire se volvió denso apenas escuché esa voz. A mi lado, Rafa enderezó la postura, como si hubiese entendido al instante que no era solo un saludo cualquiera. Me obligué a girar lentamente, como si moverme más rápido fuera admitir algo que ni yo quería mirar de frente.
Cristian estaba ahí. De traje oscuro, camisa abierta en el cuello, la mirada fija en mí como si no existiera nadie más en esa sala. Ni Rafa. Ni los demás comensales. Ni el mundo.
Solo yo.
—Buenas noches —repitió, aunque sonó más a un desafío que a cortesía.
Rafa respondió con educación, pero pude sentir el cambio de temperatura en su voz.
—Buenas noches.
Yo asentí simplemente. No confiaba en mi propia voz.
Cristian inclinó la cabeza levemente y caminó hacia una mesa cerca de la nuestra. Y ahí la vi.
Una rubia. Alta. Impecable. Vestido ajustado, sonrisa segura, de esas que parecen ensayadas pero igual funcionan. Lo esperaba senta