Narrador omnisciente
Lisa se arrodilló frente a ellos, con el corazón todavía temblando por todo lo que había pasado esa tarde. Acarició el cabello de Mateo, luego el de Mara, y tomó aire antes de hablar.
—¿Saben que los amo, verdad?
—Sí, mami —respondió Mateo con esa seguridad dulce que siempre la desarmaba—. Y nosotros a ti.
Lisa los observó. Sus ojos llenos de esperanza, de ilusión… y de una certeza que ella ya no podía negar. Tragó saliva.
—Yo entiendo —continuó con suavidad— que si se tomaron la tarea de buscar a su padre, de traerlo hasta acá… es porque lo quieren en sus vidas. Y yo lo acepto.
Los dos se quedaron quietos, atentos.
—Hablaré con Cristian —añadió, más firme esta vez—. Trataré de llegar a un acuerdo con él para que ustedes puedan verlo. Pero vamos a hacerlo bien. Despacio. Y juntos.
Mara no esperó ni un segundo: se lanzó a abrazarla con fuerza.
—¡Muchas gracias, mami!
Mateo se sumó al abrazo enseguida, rodeándola con sus brazos pequeños pero dec