Narrador omnisciente
La puerta se cerró detrás de él con un golpe seco. No un portazo: un estallido. Como si todo lo que sostenía se hubiera fracturado sin aviso, como si en el segundo exacto en que cruzó el umbral, algo dentro de él cediera y se desmoronara.
Cristian avanzó por la casa como un animal encerrado. No veía bien. No pensaba bien. Todo era una mezcla caliente de sombras y recuerdos recientes que lo atravesaban como cuchillas: la expresión de Lisa, esa mezcla de rabia y miedo; su voz diciéndole que no tenía derecho; la forma en que defendió al otro… al maldito otro. Ese tipo. Ese Rafa. Ese inútil que había tenido la osadía de tocarla delante de él, de mirarlo con esa seguridad tranquila, como si Lisa le perteneciera. Como si ella hubiera sido suya desde siempre.
Ese nombre le ardió en la cabeza.
Rafa.
¿De dónde mierda lo conocía?
No podía pensarlo bien. No quería pensarlo. Solo sentía algo subiendo desde el estómago, como un veneno espeso que se expandía: rabia, humillació