Narrador omnisciente
La cafetería olía a café recién molido y pan tibio, pero Lisa no sentía paz en ese olor, como siempre. Ese lugar había sido su refugio durante años, su pequeño reino construido a pulso… pero desde la aparición de Cristian, las paredes ya no le devolvían la misma calma.
Estaba acomodando unas tazas detrás del mostrador cuando oyó pasos acercándose. No necesitó mirar para saber quién era. La energía tranquila, el ritmo firme… Rafa.
—¿Podemos hablar? —preguntó él, apoyándose suavemente en la barra.
Lisa tensó los hombros. No tenía fuerzas para otra conversación complicada. No después de la noche que había pasado. Aun así, levantó la vista y trató de sonreírle.
—Claro —contestó, aunque su voz sonó más apagada de lo que quería.
Rafa rodeó la barra y se acercó al lado donde estaba ella, pero mantuvo una distancia respetuosa. No invadía. No presionaba. Solo intentaba estar cerca.
—Lisa… —empezó, con un tono cauteloso—. ¿Quién es Cristian?
Ella cerró los o