Narrador omnisciente
El pequeño Nissan avanzaba por la ruta con un zumbido parejo, ese rumor constante que siempre había ayudado a Lisa a mantener la mente en silencio cuando todo lo demás parecía demasiado ruidoso. Sin embargo, ese día no importaba cuán uniforme fuera el motor: su cabeza no encontraba un punto de descanso. Los chicos atrás iban callados, cada uno mirando por su ventanilla como si el paisaje pudiera distraerlos de lo que había pasado. Tenían los hombros tensos, las cejas fruncidas y esa expresión que adoptaban cuando trataban de ocultar que estaban todavía dolidos por la pelea.
El auto seguía avanzando y Lisa sentía el silencio presionado contra las paredes del vehículo. Había algo espeso, una incomodidad que ninguno de los tres sabía cómo romper. Ella intentó buscar en el espejo retrovisor sus miradas, por si algún gesto podía darle una pista de qué necesitaban, pero ellos la evitaban con una mezcla de orgullo, cansancio y tristeza infantil. Solo ese reflejo le ba