Lisa
Despertar al lado de Cristian siempre era una experiencia nueva.
Nunca sabía qué versión de él vería al abrir los ojos: la seria, la protectora, la que parecía cargar el peso del mundo… o esta, la que tenía ahora mismo delante de mí.
Su pecho subía y bajaba lentamente, su respiración cálida chocaba contra mi frente, y una sábana blanca cubría los dos cuerpos entrelazados. Afuera, la luz del amanecer entraba por la ventana en una línea dorada que se cortaba justo sobre su rostro.
Lo observé en silencio.
Había algo en él que siempre parecía estar alerta, incluso dormido. Pero hoy no… hoy estaba relajado. Su brazo rodeaba mi cintura, como si temiera que me escapara durante la noche.
—Deja de mirarme así —murmuró de repente, sin abrir los ojos.
Solté una risa baja.
—¿Así cómo?
—Así… como si fuera algo bueno.
Ahora sí abrió un ojo, apenas.
—Me pone nervioso.
—¿El gran alfa nervioso? —bromeé, tocándole la mejilla con un dedo.
Él sonrió contra mi piel y me atraj