Lisa
El sofá estaba cubierto de envoltorios vacíos de helado y carcajadas. Stephanie reía tan fuerte que terminó tosiendo, mientras yo trataba de atrapar el último trozo de chocolate que quedaba en mi taza. La televisión seguía reproduciendo una comedia romántica que ya casi no mirábamos; hablábamos encima de los diálogos, imitábamos a los personajes y nos inventábamos finales mejores.
—Te juro que si ese tipo aparece con flores otra vez, le meto el ramo por la cabeza —dijo Stephanie entre risas.
—Por eso nadie te invita a salir —respondí, y las dos explotamos en carcajadas.
Por un momento, todo era ligero. La noche, la amistad, el olvido. Sentí que, por primera vez en semanas, podía respirar sin que el pasado me persiguiera.
Hasta que sonó mi celular.
El sonido me atravesó como un disparo en medio del silencio repentino. Lo tomé distraída, sin mirar la pantalla al principio, pero cuando vi el nombre, el corazón me dio un vuelco.
Mamá.
—¿Hola? —dije, limpiándome los dedos del helado.