Narrador en tercera persona
Se quedó unos segundos congelada, viendo cómo la manija se movía y se escuchaba el clic de la cerradura, y un frío intenso recorrió su espalda. No podía ver qué estaba pasando adentro, pero sabía que Christian estaba con ella, y solo esa idea le provocaba un nudo en el estómago.
Sin perder tiempo, se dirigió al rincón escondido donde él siempre la acorralaba cuando necesitaban hablar a solas. No había prisa, y sin embargo cada paso que daba estaba cargado de tensión, de anticipación.
Sacó el teléfono y lo llamó, la voz firme, intentando que su enojo y celos no se notaran:
—Sal ya del aula. Te espero en el lugar donde sueles acorralarme cada que te da la gana.
Su respuesta llegó rápido, con ese tono nervioso contenido que ella reconocía al instante: no miedo, sino la forma en que él trataba de mantener la calma frente a Carla.
—Tiene que ser ya —dijo.
—Sí, tiene que ser ya. Sal del aula, porque si no, voy a ir y la voy a sacar de los pelos y la voy