Lisa
Stephanie había pasado casi una hora ayudándome a prepararme para la cita. Cada movimiento suyo era meticuloso: peinó mi cabello, dejando que algunos mechones suavemente enmarcaran mi rostro; el maquillaje resaltaba mis ojos y labios sin exagerar, y el vestido que eligimos juntas me hacía sentir elegante, aunque todavía un poco nerviosa. Stephanie se apartó, me dio un último vistazo y sonrió.
—Listísima. Vas a dejarlo sin palabras —dijo, y por un instante quise sonreír de verdad, pero el nerviosismo me atenazaba
Estaba terminando de ajustarme el vestido frente al espejo cuando mi teléfono sonó. El nombre de mi madre apareció en la pantalla y, por un segundo, me quedé paralizada. No tenía muchas ganas de hablar con ella, pero sabía que no podía ignorarla. Respiré hondo y deslicé el dedo para contestar.
—Hola, mamá —dije, intentando sonar tranquila.
—Hola, hija… necesito que vengas a casa mañana. Tenemos que hablar —su voz sonaba seria, con un dejo de urgencia que no podía ig