Lisa
—Mínimo te emborrachaste antes de venir para acá. O hueles algo raro. Porque… si entiendes que te conozco hace menos de dos semanas y te he besado dos veces, ¿y ahora me estás diciendo que te quieres casar conmigo? —le dije sin poder creer lo que salía de su boca.
Cristian me miraba con una calma que me sacaba de quicio. Tenía esa expresión como si supiera algo que yo no, como si en su mente todo tuviera sentido y en la mía solo hubiera caos. Se encogió de hombros, con una sonrisa leve.
—Puede ser que sea extraño para ti, pero más tarde, o más temprano que tarde, vas a entenderlo todo.
—¿Entender qué cosa? —pregunté, cruzándome de brazos.
—Todo —repitió él, acercándose un poco más—. Por ahora solo puedo decirte una cosa: tú eres mía. Básicamente desde que existe la luna. Y vas a seguir siéndolo hasta que la luna se extinga.
Lo miré sin saber si reír o salir corriendo.
—¿Perdón? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Y porque eres mía —continuó como si no me hubiera escuchado—, yo soy qu