Capítulo 19 un trabajo

Lisa

Ese día comenzó con un sobresalto que me heló la sangre. La secretaria me llamó a dirección y sentí que el estómago se me encogía. Caminé por los pasillos con pasos lentos, como si cada zancada fuera un recordatorio de que algo estaba a punto de romperse. Al llegar, me indicaron que me sentara frente al director. Su expresión era seria, demasiado seria para lo que esperaba.

—Señorita Morre —empezó—, debido a ciertos ajustes internos en la universidad, nos vemos obligados a reducir su beca completa. A partir de ahora, solo cubriremos el 75% de la misma.

Mi corazón dio un vuelco. Una marea de frustración, miedo y rabia me invadió. Tres cuartas partes… ¿y el resto? ¿Cómo iba a costear todo? Intenté mantener la compostura, asentí mecánicamente y salí del despacho sintiéndome diminuta, como si mi mundo se hubiera encogido de repente.

No tardé en contárselo a mamá. Al principio se preocupó, luego intentó consolarme. Stephanie, por su parte, me escuchó con paciencia y me dijo que todo se solucionaría, que encontraría una salida. Pero la verdad es que no me quedaba otra opción: debía buscar un trabajo. Esa misma tarde empecé a enviar currículums a diferentes empresas. Cada “enviado” era un golpe a mi autoestima, un recordatorio de que tenía que enfrentar otra realidad, más dura y más fría de la que había imaginado.

Decidí alejarme un poco de todo. Tomé mis cosas y me dirigí a mi refugio. El aire fresco me golpeó al abrir la puerta, y el silencio familiar me reconfortó un poco. Pero al llegar, me sorprendí. Kristen estaba allí. Lo vi sin camisa, concentrado en los marcos de los cuadros que estaban cerca de la ventana rota. Tenía el ceño fruncido mientras ajustaba cuidadosamente la madera. El sol de la tarde iluminaba sus músculos, el tatuaje del lobo enorme en su pecho, y no pude evitar quedarme observando.

—Hola —dije finalmente, tratando de sonar casual.

—Hola —respondió, sin levantar la voz, sonriendo levemente—. No esperaba verte hoy.

Caminé hacia él y dejé mi bolso en un rincón. La tensión de los últimos días se deshizo un poco; hablábamos con naturalidad, como si el pasado conflicto no existiera. Hablamos de la casa, de los cuadros, de reparar la ventana. La conversación fluía tranquila, sin pelear, sin reclamos, solo… atención mutua.

Después de unos minutos, el silencio se volvió incómodo. Sentí que debía decirlo.

—Tendríamos que hablar… del beso —murmuré, un hilo de voz que me hizo tragar saliva.

Kristen me miró, ladeando apenas la cabeza.

—Sobre los besos —dijo, con esa calma que me desarmaba.

Recordé vagamente la fiesta, el beso robado entre la música y las luces, y un estremecimiento recorrió mi cuerpo.

—Sí —dije, bajando la mirada—. Usted es mi profesor y… está mal.

Él sonrió suavemente, un gesto que me hizo sentir a la vez culpable y curiosa.

—Si dejara de serlo… ¿estaría bien? —preguntó.

No supe cómo responder al instante. Mis nervios me hicieron dudar. Finalmente dije:

—Estaría dispuesto a renunciar a mi trabajo solo para que… para que usted y yo podamos… —mi voz se cortó, sentí un calor subiéndome por el pecho.

Él se acercó un poco más. Su aliento cálido me rozó la piel.

—¿Para qué podemos qué? —insistió, con suavidad pero firmeza..

Él se inclinó un poco, acercándose más. No podía dejar de mirar su pecho, la fuerza de sus hombros, el tatuaje del lobo que parecía vivir bajo su piel. La proximidad me dejaba sin aire.

Para intentar cambiar el rumbo de la conversación , dije:

—Veo que usted tiene… una especie de obsesión por la luna, por los lobos… —traté de sonar casual, aunque mi corazón golpeaba con fuerza—.

Él sonrió, esa sonrisa que siempre parecía saber más de mí que yo misma.

—Sí, me gustan. Pero no cambies el tema —dijo—. ¿A qué se refiere con eso de lo que pueda pasar entre dos?

Me mordí el labio. La verdad es que todo esto me incomodaba, me confundía.

—Mire… si le soy sincera, usted me incomoda —dije finalmente.

—¿En qué sentido? —preguntó él, sin apartar la mirada.

—Simplemente… me incomoda —respondí, sintiendo cómo mis palabras se perdían entre nosotros.

Él sonrió de medio lado, inclinándose un poco más hacia mí.

—¿Te gusto? —preguntó, con un tono que me hizo temblar.

—No… sí… no sé —balbuceé, confundida.

—Bueno —dijo él, acercándose aún más—, tal vez después de esto lo sepas.

Antes de que pudiera reaccionar, su mano rozó la mía y sus labios buscaron los míos. El mundo pareció detenerse. Todo lo demás desapareció: el frío, la beca, los currículums, la ventana rota, todo se borró. Solo quedábamos él y yo, atrapados en el beso que habíamos estado posponiendo sin siquiera admitirlo.

Cuando finalmente nos separamos, el aire estaba cargado de tensión, de promesas no dichas, de palabras que sabíamos que serían imposibles de ignorar. Y ahí supe, con un miedo y un deseo mezclados, que estaba jodida

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP