Lisa
Ese día comenzó con un sobresalto que me heló la sangre. La secretaria me llamó a dirección y sentí que el estómago se me encogía. Caminé por los pasillos con pasos lentos, como si cada zancada fuera un recordatorio de que algo estaba a punto de romperse. Al llegar, me indicaron que me sentara frente al director. Su expresión era seria, demasiado seria para lo que esperaba.
—Señorita Morre —empezó—, debido a ciertos ajustes internos en la universidad, nos vemos obligados a reducir su beca completa. A partir de ahora, solo cubriremos el 75% de la misma.
Mi corazón dio un vuelco. Una marea de frustración, miedo y rabia me invadió. Tres cuartas partes… ¿y el resto? ¿Cómo iba a costear todo? Intenté mantener la compostura, asentí mecánicamente y salí del despacho sintiéndome diminuta, como si mi mundo se hubiera encogido de repente.
No tardé en contárselo a mamá. Al principio se preocupó, luego intentó consolarme. Stephanie, por su parte, me escuchó con paciencia y me dijo que t