La luz tenue de la mañana se filtraba por las cortinas raídas de nuestro pequeño apartamento.
El aire estaba cargado, como si presintiera la tormenta que estaba a punto de estallar.Por fin había llegado ese momento en el que no podía seguir guardando nada más en mi pecho, donde el peso de la verdad aplastaba cada aliento.Me acerqué a la cocina con el corazón latiendo fuerte, como si quisiera derribar mi pecho.Ahí estaba él, sentado en la mesa con los ojos vidriosos y las manos temblorosas, intentando encender un cigarrillo que no prendía.—¿Podemos hablar? —le dije, con una voz más dura de lo que esperaba.No respondió. Sólo me miró, como si en cualquier momento el mundo pudiera desplomarse sobre nosotros.Había algo en su mirada que antes me habría hecho retroceder, pero hoy, por primera vez en mucho tiempo, yo tenía el poder.Era el momento de romper el círculo, de acabar con el veneno que nos consumía.—Ethan —empecé, apr