Las primeras luces del alba filtraban su tenue claridad por la ventana cuando Ethan se sentó en la silla de la sala de espera del hospital. No era la primera vez que venía, pero aquella vez era diferente. Sabía que tenía que enfrentar lo que siempre había intentado evitar: la realidad con Giovanna y el hijo que tendrían juntos.
Mientras apretaba con fuerza la pulsera que le había dado Bianca, recordó la última conversación con ella, su fuerza renovada, cómo se había convertido en la mujer que él apenas podía reconocer. Aquel bebé, Gael, era más que un lazo entre ellos; era la esperanza de un futuro que apenas comenzaba a nacer.
Pero el pasado, pesado y oscuro, lo seguía atrapando.
Cuando la puerta se abrió, Giovanna entró con paso firme. Su rostro, aunque cansado, mantenía una expresión que parecía intentar disimular la mezcla de miedo y resentimiento que sentía. Al ver a Ethan, no dijo nada, solo cruzó los brazos y esperó.
—Giovanna —comenzó él, intentando mantener la calma—. Tenemos