El amanecer me encontró despierta otra vez. No era raro, últimamente las noches se me escapaban entre insomnios y pensamientos afilados como cuchillas. Me senté en el borde de la cama, la manta aún pegada a la piel, y me quedé mirando a Ethan. Dormía con la expresión relajada que parecía inalcanzable para él cuando estaba lúcido. Era un descanso efímero, una pausa en la tormenta que nos devoraba.Yo, en cambio, no podía permitirme ese lujo. El peso del secreto crecía y mi cuerpo me lo recordaba con cada síntoma nuevo, con cada mareo, con cada náusea inesperada. El cansancio era insoportable y la sensación de fragilidad se metía bajo mi piel como una sombra permanente.---Esa mañana, me levanté con el propósito de fingir normalidad. Cociné lo poco que teníamos, preparé café, y esperé a que Ethan apareciera para compartir el desayuno. Sabía que, aunque fuera un infierno, necesitábamos esos pequeños momentos de “normalidad” para sostenernos.Cu
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