No pude dormir esa noche.
El aire estaba cargado, espeso. Como si cada palabra no dicha flotara suspendida entre nosotros, presionando contra mis costillas. Ethan roncaba suavemente a mi lado, como si el mundo no se le estuviera cayendo encima. Como si todo estuviera bien. Como si Giovanna no hubiera vuelto a existir.Yo no podía hacer lo mismo.Mi mente no dejaba de proyectar escenas que me carcomían: los dos besándose en un rincón oscuro, compartiendo una mirada cómplice, ella tocándole el cuello como yo lo hacía, él mirándola con la misma ternura con la que alguna vez me miró a mí.Apretaba los puños debajo de la manta. El estómago se me revolvía. No sabía si era culpa, celos o náuseas. Probablemente las tres cosas al mismo tiempo.O tal vez era el maldito embarazo que ya comenzaba a pasar factura.Me levanté descalza, sintiendo el suelo frío bajo los pies. Caminé hasta la cocina, abrí el grifo y dejé correr el agua. Necesitaba algo que