No había día en que la sombra de Giovanna no se colara en mi mente, como un eco constante que me recordaba que nada estaba a salvo. No era solo su nombre, ni su presencia fugaz en nuestro departamento; era todo lo que ella representaba: el pasado, la duda, la herida abierta que no terminaba de cerrar.
Desde aquel día en que apareció sin avisar, su recuerdo se había instalado en cada rincón de nuestra casa y en cada pensamiento que cruzaba la mente de Ethan. Y, aunque él intentaba fingir normalidad, sus ojos delataban la batalla interna que libraba.
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Había llegado el momento de enfrentar lo que no quería saber.
Era necesario conocer quién era realmente Giovanna para entender el peligro que amenazaba con destruirnos.
Sentada en el sillón desvencijado de nuestra sala, observaba a Ethan encender un cigarrillo con manos temblorosas. La luz naranja de la brasa iluminaba su rostro con una mezcla de cansancio y tormento.
—Contame