capitulo 32

Jenifer corrió sin mirar atrás. El nudo en la garganta le quemaba por dentro, mientras sus pasos la llevaban lejos del gimnasio, lejos de Lautaro… y de esa imagen que no podía sacarse de la cabeza. Él riendo con esa chica. Sentado con ella. Tan cerca, tan relajado. Como si todo lo vivido entre ellos no hubiese significado nada.

No quería volver a su casa. No quería que su madre le preguntara qué le pasaba. No quería encerrarse en su cuarto a llorar sintiéndose estúpida. Solo quería desaparecer. Perderse por un rato. Y sin darse cuenta, las piernas la llevaron a ese lugar que ya sentía como un refugio: la casa de Gabriela.

Subió los escalones del porche y golpeó la puerta con fuerza, una, dos veces. Cuando la puerta se abrió, la figura cálida y serena de Gabriela la recibió.

—¿Jenifer?

Pero Jenifer no dijo nada. Solo se dejó caer en los brazos de la mujer y rompió en llanto. El pecho le dolía como si le hubieran clavado algo. Gabriela cerró la puerta rápidamente y la abrazó con fuerza.
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