El día del primer partido del torneo había llegado. Lautaro se despertó antes que el despertador, con esa mezcla de nervios y ansiedad que se siente solo antes de algo grande. Abrió su ropero y ahí estaba, colgada, la camiseta número 17. La eligió él mismo. No por azar, no porque quedara bien. Fue el 17 el día que sintió por primera vez algo diferente con Jenifer. Cuando ella lo miró como nadie más lo había mirado. Esa camiseta tenía un valor que iba más allá del juego.
Después de desayunar, se ató los botines con cuidado, como si cada nudo sellara una promesa. En el gimnasio del colegio ya se vivía un ambiente distinto. Sergio caminaba de un lado a otro con su planilla, hablando con cada jugador, ajustando los últimos detalles. El sol estaba alto, y el viento parecía revolver los nervios de todos.
El vestuario olía a pasto recién cortado y a ansiedad. Los chicos se ponían espinilleras, algunos rezaban en silencio, otros se golpeaban el pecho o se daban palmadas en la espalda. Sergio