El sol de la tarde se filtraba entre las nubes cuando Jenifer salió de la escuela. Caminaba rápido, apretando fuerte los libros contra su pecho. El aire parecía más pesado de lo normal, como si llevara algo más que cuadernos. Sus pasos se detuvieron al doblar una esquina, cuando una sombra familiar se le cruzó.
—Tenemos que hablar —dijo Tiago, saliendo de entre dos autos estacionados.
Jenifer frunció el ceño. Ya había notado en los últimos días cómo Tiago la miraba. Desconfianza, celos, rabia. Ahora lo tenía frente a ella.
—¿Qué querés?
Tiago sonrió con cinismo. Se apoyó en el capó de un auto y cruzó los brazos.
—Quiero que dejes de hacerte la buena con mi hermano.
—¿Perdón?
—Lo que escuchaste. No quiero verte más cerca de Lautaro. No me gusta lo que estás haciendo.
—¿Y vos quién sos para decirme eso?
Tiago se enderezó y dio un paso al frente. Su tono cambió, más bajo, más frío.
—Soy alguien que puede hacerle la vida imposible. No tenés idea de lo que puedo lograr si me lo propongo. V