capitulo 10

El sol caía fuerte sobre la cancha de la escuela, marcando la tarde con ese calor pegajoso que hacía difícil moverse. Los gritos de los chicos, el silbato de Sergio y el eco de los balones golpeando contra los arcos llenaban el aire de energía. Era día de práctica, y esa vez no sería una más.

Lautaro cruzó el portón con una mochila al hombro y los botines colgando. Su corazón iba rápido, pero su rostro mostraba serenidad. Cada paso lo alejaba un poco más del silencio en el que había vivido y lo acercaba a ese campo que alguna vez amó.

—¡Eh, loco! —le gritó una voz conocida.

Gonza, con su cabello revuelto por el sudor y la camiseta colgando de un hombro, corrió a recibirlo. Sonrió de oreja a oreja mientras lo chocaba con el puño.

—No sabía si era verdad lo que decían. ¿En serio venís a entrenar?

Lautaro asintió, algo incómodo.

—Sí, vine a probar.

—¡Qué grande, loco! Vas a romperla —dijo Gonza, animado.

Pero esa bienvenida no fue la única.

Desde el otro lado de la cancha, Tiago se detuv
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