El viñedo estaba envuelto en la luz dorada del amanecer, los racimos de uvas colgando pesadamente de las vides y la brisa mezclando el aroma de la tierra húmeda con el dulce perfume de la floración tardía. Rose ajustaba los planos sobre la mesa portátil, repasando cada detalle del proyecto con minuciosa atención. No era solo trabajo; era una oportunidad de demostrar que podía hacer algo bien, aunque sus pensamientos no dejaban de divagar hacia Alessandro.
—Rose —una voz conocida cortó la tranquilidad de la mañana.
Rose levantó la vista y vio a Chiara caminando entre las filas de viñas, su vestido amarillo mostaza moviéndose con gracia al compás del viento. La hermana de Alessandro no parecía intimidante, sino decidida, con esa energía natural que siempre la hacía imponerse sin alzar la voz.
—Chiara —saludó Rose, con una sonrisa que combinaba sorpresa y alivio—. ¿Qué te trae por aquí tan temprano?
—Me enteré del proyecto —dijo Chiara, acercándose a la mesa—. Y pensé que sería buen mome