La mansión de los Vescari se alzaba imponente sobre la colina, con sus luces cálidas reflejándose en los ventanales y los adoquines húmedos del camino de entrada. Los jardines perfectamente cuidados apenas podían ocultar la tensión que recorría cada rincón. Alessandro detuvo el Rolls Royce frente a la puerta principal, su respiración profunda y controlada. La lluvia fina de la tarde hacía brillar los mosaicos del camino y daba un aire casi irreal a la escena.
Alessandro bajó primero, su abrigo negro pegado a su torso, y abrió la puerta para dejar pasar a Rose, Chiara y Stefan. Sus padres esperaban en el vestíbulo, pálidos y con los ojos cargados de miedo y alivio a partes iguales. Leticia, su prometida, estaba junto a ellos. Al verlo, corrió hacia él con el rostro lleno de preocupación.
—¡Alessandro! —exclamó, abrazándolo con fuerza—. Mi amor… estaba tan preocupada…
Alessandro la apartó ligeramente, manteniendo su frialdad. Sus ojos, oscuros y controlados, no buscaban consuelo.
—Lo sé