Rose y Francesca
El café de la esquina olía a pan recién horneado y lluvia. Era temprano, apenas las nueve de la mañana, y el bullicio de Milán se mezclaba con el repiqueteo de las tazas.
Rose jugueteaba con la cuchara, moviendo el café sin beberlo. Frente a ella, Francesca la observaba con esa mezcla de curiosidad y ternura que solo tienen las amigas que lo saben todo sin que se les diga nada.
—Entonces… —empezó Francesca, arqueando una ceja—, ¿quieres decirme que te pusieron tres vestidos de novia y que uno de ellos hizo llorar a Alessandro ?
Rose suspiró, llevándose las manos a la cabeza.
—No lloró. Solo… se emocionó,lo vi en sus ojos.
Francesca sonrió con picardía.
—¿Emocionado como “qué bonito diseño”? ¿O emocionado como “me acabo de enamorar y no sé qué hacer con mi vida”?
Rose la fulminó con la mirada, pero terminó riendo.
—No digas tonterías.
—No lo niego, pero tú tampoco puedes negarlo —replicó Francesca, apoyando el mentón sobre las manos—. Se te nota.
Rose bajó la vista al