La frustración y la rabia se apoderaron de Tobías Praga, que acabó estallando el vaso de cristal contra la pared, dejando fragmentos que se esparcieron como esquirlas de su fallida ambición. Su intento de engañar a Francesco había sido un fracaso absoluto con consecuencias nefastas.Las siguientes cuarenta y ocho horas se habían convertido en una tortura: una carrera contrarreloj en la que todos sus esfuerzos por colocar una parte del valioso lote de perlas y obtener la liquidez necesaria para saldar sus deudas con los diseñadores habían sido en vano.La red de contactos que creía sólida se había desmoronado ante la evidencia de su traición, y la perspectiva de enfrentarse a las demandas y la ira de aquellos a quienes había defraudado lo sumía en una desesperación cada vez mayor.El tiempo se agotaba y, con cada hora que pasaba, la soga de sus problemas financieros se apretaba cada vez más alrededor de su cuello.—¿Acaso se presentan dificultades en este edén? —inquirió Marta, detenién
—¡Catalina, levántate! —exclamó Francesco agitando suavemente el hombro de la muchacha—. Cata...El viaje desde Bielorrusia se había prolongado considerablemente, con dos horas más de vuelo de las previstas para llegar a Rusia. Francesco comprendía que la jornada debió resultar agotadora para Catalina, que no tenía experiencia en viajes en avión.—Despierta, mi niña —murmuró con dulzura, inclinándose sobre ella.Lentamente, Catalina entreabrió los ojos, aunque una sensación de profundo cansancio la invadió, como si un tren de carga la hubiera arrollado. Desde su partida de la isla Tiberina, no había descansado en una cama confortable, por lo que no le suponía ningún problema conciliar el sueño en el avión.—Permíteme seguir durmiendo un poco más —rogó Catalina con voz entrecortada, mientras intentaba acomodar su cuerpo adolorido en el mullido asiento.Francesco esbozó una dulce sonrisa al contemplar el rostro aniñado de la joven. Su tez lucía pura y fresca, sin ningún cosmético, lo qu
Francesco cerró los párpados, aspiró profundamente la fragancia singular que desprendía Catalina y se dejó envolver por ella en un ambiente mágico. Acto seguido, se apartó de ella de forma abrupta.Su presencia lo hechizaba y subyugaba de una manera tan peculiar y extraordinaria que lo sorprendía. Tal vez era prematuro aventurarse a definir ese sentimiento como amor, una emoción tan profunda y compleja.No obstante, durante las semanas transcurridas desde su último encuentro, la imagen de Catalina había invadido cada rincón de su mente, ocupando todos sus pensamientos, lo que demostraba una conexión mucho más intensa de lo que hubiera podido anticipar inicialmente.Para Francesco, Catalina era una aparición celestial, un ángel enviado desde lo alto con la misión tácita de aliviar las cicatrices que aún perduraban en su alma.Eran las dolorosas secuelas de un afecto no correspondido, heridas profundas e invisibles que solo el amor unilateral puede infligir en el corazón.Él conocía de
—¡Es una exageración de precio! —exclamó la joven Catalina, sorprendida por el precio del vestido que Lucía acababa de proponerle.—Considerando que eres una de las diseñadoras mejor pagadas que conozco, ¿te quejas por el importe? —replicó Lucía con una ceja ligeramente arqueada, denotando cierta incredulidad ante la reacción de su nueva amiga.Lucía se enfrentaba a un dilema silencioso, anticipando la dificultad de explicar a Catalina el destino de una parte significativa del dinero que recibiría por su trabajo.Parte de ese dinero estaba destinado irrevocablemente a saldar la deuda que aún mantenía con Francesco.Ese compromiso financiero, aunque tácito, permanecía firmemente grabado en su memoria, y sentía una profunda gratitud por el hecho de que aquel secreto, un vínculo peculiar entre ella y Francesco, permaneciera oculto a los ojos curiosos del resto de la familia Vannucci.La idea de revelar esa transacción privada la inquietaba.A pesar de la humillante realidad de haber sido
A medida que el sol empezaba a ponerse y teñía el taller con tonos cálidos y dorados, aumentaba su concentración.Cada herramienta se movía con una precisión casi coreográfica, limpiando meticulosamente cada rincón de las delicadas piezas para eliminar cualquier resto de polvo y huella digital.El ambiente se había vuelto solemne, impregnado del respeto hacia el trabajo realizado y la fragilidad de los objetos que ahora reposaban, impecablemente colocados sobre la mesa.Con movimientos suaves y deliberados, como si se estuvieran despidiendo de viejos amigos, los colocaron en sus estuches individuales, forrados con materiales suaves que prometían protegerlos de cualquier eventualidad. El suave clic al cerrar cada caja resonaba en el silencio del taller, marcando la culminación de horas de esfuerzo y dedicación, un testimonio tangible de su pasión compartida.—Un sentimiento de celos me invade —articuló Lucía al concluir su labor.—¿Celos? ¿De qué exactamente? —inquirió Cata con curiosi
—Presiento, querido primo, que tu estrategia maquiavélica con Francesco Vannucci ha llegado a su fin y, en esta ocasión, me atrevo a afirmar que es irreversible —sentenció Aurora clavando una mirada gélida y severa en el rostro de su pariente. Su expresión adusta no dejaba lugar a dudas: la paciencia se había agotado.—Dudo mucho que Francesco considere a esa mujer algo más que un pasatiempo, una aventura efímera y carente de trascendencia. Él jamás podrá desterrar de sus pensamientos la imagen imborrable de Sofía —refunfuñó la mujer con un tono gutural, manteniendo su mirada fija con obstinación en la brillante publicación que Roger había arrojado con displicencia sobre la mesa de caoba. La fotografía impresa parecía irradiar una verdad que ella se resistía a aceptar.—Resulta verdaderamente lamentable que el objetivo de la cámara no haya conseguido plasmar con nitidez el semblante de esa joven desconocida. Esta incertidumbre me consume por dentro; una curiosidad insaciable me atorme
Era una verdadera fortuna que el objetivo de la cámara no hubiera logrado capturar su rostro con nitidez en las fotografías del aeropuerto.De haber ocurrido lo contrario, su tío la habría reconocido sin duda y le habría revelado su paradero actual.Y con esa información en su poder, Catalina albergaba la certeza sombría de que él urdiría alguna trama para desestabilizar su vida una vez más, sembrando el caos y la infelicidad en su existencia, tal como lo había hecho en el pasado.La posibilidad de que su tío volviera a entrometerse en sus decisiones y manipular su destino la angustiaba.—Discúlpame por todo este embrollo, Catalina. Comprendo que esta situación debe resultarte sumamente compleja e incómoda. Te prometo solemnemente que me aseguraré personalmente de que estés a resguardo de estos individuos carroñeros que solo buscan el escándalo. Mientras tanto, te sugiero que te tomes una ducha reconfortante. Aprovecharé este tiempo para prepararte algo ligero de comer. Después, iremo
En aquel instante, una calidez desconocida envolvió a la joven, como un abrazo invisible pero profundamente sentido que le permitió comprender la esencia de Francesco.Ahora entendía la bondad que emanaba de él y la nobleza que se reflejaba en cada uno de sus gestos y palabras. Era un reflejo de la maravillosa crianza que había recibido, el fruto del amor y la dedicación de unos padres excepcionales.Y luego estaba Lucía, la pequeña joya de la dinastía Vannucci, un torbellino de alegría y afecto que contagiaba a todos los que la rodeaban. Su presencia llenaba la casa de risas y travesuras, y su espíritu vivaz e inocente unía aún más los lazos familiares.En ese ambiente de cariño genuino y apoyo incondicional, la joven se sintió por primera vez verdaderamente arropada, como si hubiera encontrado un hogar en el corazón de esta extraordinaria familia.—¿Acaso eres tú la muchacha retratada en la fotografía? —inquirió la joven, cuya edad no superaba la de Catalina.—Me temo que sí —admiti