Ver cómo Samantha se retiraba en compañía de Alessandro había sido difícil, pero no había sido nada comparado a lo que estaba sucediendo con Alicia en ese instante; estaba mareada y tenía nauseas. Nada podía ser peor.
Vi como el elevador se cerraba en cámara lenta, giré y Alicia aún estaba llorando. No había nadie a nuestro alrededor y solo quería desaparecer de su vista y de la posibilidad de que estuviera embarazada: No podía ser cierto… ¡NO!
Caminé hacia las escaleras y quería correr, bajar sin control y borrar los últimos minutos de mi vida. Bajé rápido, pero al llegar al piso de mi despacho estaba de nuevo el padre de Alicia, tal y como había prometido volver:
―¿Y Alicia? ―preguntó de nuevo.
Esta vez no tenía ninguna excusa y cuando intenté decirle algo, Alicia apareció detrás de él.
―Aquí estoy, papá―Sonrió, pero sus ojos aún se veían enrojecidos de tanto llorar.
―Hija… ¿Estás lista?
―Sí… ―respondió sin hacer contacto visual con él.
―¿Vienes? ―dijo su padre dirigiéndose a mí; y