KAELAN
El día se había estirado hasta el cansancio, y aun así el cansancio no podía con la necesidad de volver a mi hogar. El entrenamiento, el polvo, la tensión en el aire por las noticias del norte… todo se desvanecía apenas cruzaba el umbral de nuestra habitación.
Allí estaban ellas.
Mis tres razones para respirar.
Laurenth, recostada en el sofá, con Elian en brazos. La luz de la tarde bañaba su piel como si el sol solo existiera para mirarla. Su cabello suelto caía por sus hombros, y Lyra, sentada a su lado, tarareaba una melodía mientras mecía suavemente al bebé.
Elian dormía profundo, envuelto en una manta azul cielo.
Me quedé en el marco de la puerta un momento, solo observando. King ronroneó dentro de mí, tranquilo.
Son nuestra manada, alfa. Todo lo demás puede arder.
Sonreí.
—Papi —la voz de Lyra me arrancó de mis pensamientos—, ¿cómo estás? ¿Cómo estuvo tu entrenamiento?
Caminé hacia ellas y me agaché junto al sofá, besando su cabecita.
—Fue intenso, pequeña.
—¿Ganaste? —pre