NO MI CACHORRA
LAURENTH
Dos días habían pasado desde mi coronación. La manada bullía de vida: el pueblo estaba adornado con cintas plateadas y doradas, las mesas largas rebosaban de almuerzos compartidos, y los niños corrían entre las calles mientras músicos llenaban el aire de alegría. Los alfas invitados aún permanecían en el territorio, pues en un par de días se celebraría la Cumbre-Alfa, donde sellaríamos oficialmente los tratados de paz y cooperación.
La gente me felicitaba a cada paso. Mujeres, guerreros, ancianos, todos me sonreían y me daban bendiciones, no solo por mi matrimonio con Kael, sino también por la noticia que había cambiado nuestras vidas: el cachorro que crecía dentro de mí.
Me sentía feliz, aunque también algo abrumada. Había tanto por organizar, tantos detalles que revisar…
En medio de esa calma apareció ella.
—Felicidades, Reina Laurenth, por tu matrimonio… y por tu bebé. —La voz de Ámbar me sacudió. Su sonrisa era amplia, demasiado amable.
—Gracias, Ámbar —res