Mi hembra testaruda

KAELAN

Laurenth estaba agotada.

Su cuerpo apenas se sostenía en pie, las manos aún temblaban y su respiración era débil. Cuando la vi entre los guerreros semidesnudos, rodeada de sangre y heridas cerrándose bajo su toque, algo en mí rugió. Orgullo. Admiración. Miedo. Celos. Todo junto.

Apenas terminó, la tomé en brazos sin darle opción. Su cabeza cayó sobre mi pecho y sus dedos se aferraron a mi camisa, incluso dormida.

Te dije que no la dejaras sola, sabía que vendría a sanar a los guerreros también. —gruñó King dentro de mi cabeza, molesto.

“Lo sé.”

Pero no te iba a escuchar, ¿verdad?

“Jamás lo hace.”

Y aún así la amas como un condenado.

“Más que a mi vida, igual que tú”

Rhyd se me cruzó en el pasillo, con el torso vendado y la mirada cansada.

—¿Cómo está Lau? —preguntó, mirándola con respeto.

—Cansada, pero bien —respondí, ajustándola un poco en mis brazos—. Dio todo lo que tenía.

Rhyd asintió, cruzándose de brazos.

—Qué bueno… iré a ayudar a Mila con las últimas curaciones.

—Hazlo
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