LAURENTH
El murmullo de cientos de voces llenaba el gran salón ceremonial. Las antorchas encendidas proyectaban una luz dorada sobre los muros de piedra, decorados con estandartes negros y plateados de la manada Silver Moon. El aire olía a incienso, a flores frescas y al hierro de las armas que los guardias portaban con solemnidad. Hoy no era un día cualquiera: hoy la historia de la manada cambiaría para siempre.
Yo era la razón de aquel cambio.
El corazón me golpeaba en el pecho con tanta fuerza que temí que todos pudieran escucharlo. Desde detrás de las pesadas puertas de madera podía percibir la expectación de los presentes. Alfas de todas partes habían venido: del norte, del este, del oeste. Sus compañeras los acompañaban con vestidos fastuosos, y junto a ellos se encontraban betas y gammas de prestigio. Todos aguardaban el momento de la coronación.
Davis apareció frente a mí, con esa sonrisa confiada que siempre me transmitía seguridad.
—Luna… ¿lista?
Tragué saliva.
—Eso creo.
—