ANDREW BLACK
El viaje había sido largo, pero nada se comparaba con la sensación de regresar a casa. La mansión se alzó frente a mí, imponente, como siempre… pero lo que encontré al cruzar las puertas fue algo que me dejó sin aire.
El sonido de una risa infantil.
Me detuve en seco. Lyra. La pequeña corría por el jardín, con sus trenzas saltando con cada movimiento, sus mejillas encendidas de felicidad. Y no estaba sola. Había una mujer junto a ella, persiguiéndola entre carcajadas suaves que parecían música. Una mujer radiante, luminosa, que transformaba todo a su alrededor.
Sentí un golpe en el pecho. La niña que habíamos llorado, la que había guardado silencio desde que Selene nos fue arrebatada… estaba riendo. Estaba hablando. Mis ojos ardieron sin que pudiera evitarlo.
—¿Quién… quién es ella? —escapó de mis labios, casi como un rezo.
—Mi luna.
La voz grave de Kaelan resonó detrás de mí. Giré despacio, incrédulo. Lo miré como si acabara de decir la mayor locura del mundo.
—Kaelan…