LAURENTH
El traqueteo de las ruedas me arrullaba como una canción antigua. Afuera, el bosque se extendía bajo la luz tenue del amanecer, pero dentro del carruaje todo parecía otro mundo. Lyra dormía sobre mi regazo, su cabecita apoyada en mi pecho, con la trenza aún intacta, como si se aferrara a ese pequeño gesto de cariño para sentirse segura. Su respiración pausada, el calorcito de su cuerpecito, me daban una paz que creí perdida para siempre.
Kaelan iba frente a nosotras. Silencioso. Recto. Su presencia llenaba el espacio como si el carruaje hubiera sido construido solo para él. Me miraba con esa calma férrea, esa serenidad que ocultaba algo más profundo… demasiado intenso para mi tranquilidad mental.
Me removí incómoda, sintiéndome desnuda bajo el peso de sus ojos.
—¿Te pasa algo? —pregunté en voz baja, intentando sonar indiferente.
Él arqueó una ceja, divertido.
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque me miras como si estuvieras grabando cada pestañeo mío.
Sonrió, lento, seguro.
—Tal ve