Valeria seguía nerviosa después de recibir ese mensaje, “de que se trata todo esto” pensaba, mientras caminaba por los pasillos del hospital, la planta estaba en penumbra, con el silencio que solo interrumpían los pitidos monótonos de los monitores vitales y el lejano rodar de una camilla. Valeria caminaba rápido por el pasillo, enfundada en su bata blanca, el cabello recogido y la mirada decidida. Acababa de recibir un nuevo informe clínico de Clara y necesitaba tranquilidad para analizarlo.
No esperaba, en absoluto, encontrar a Thiago recargado contra la puerta del armario de mantenimiento, con los brazos cruzados, una mirada afilada y una expresión que parecía oscilar entre el deseo contenido y la furia.
—¿Necesita algo el Señor? —preguntó ella, levantando una ceja, fingiendo indiferencia mientras le latía el corazón en la garganta.
—Depende —respondió él—. ¿Eso haces con la gente que comienza a tener sentimientos por ti? ¿Desaparecer como si nada después de…?
—Después de tener se