—La cirugía fue un éxito.
La voz de Valeria sonó clara, firme… pero sin el calor de otras veces. Sus ojos, normalmente llenos de vida cuando hablaba de Clara, estaban opacos, vacíos. Thiago alzó la vista como si acabara de despertar de un trance, pero no fue a ella a quien miraba primero.
Luciana, con una mano aún sobre su antebrazo, le dio una leve presión.
—¿Mi hija está bien? —preguntó él al fin, levantándose de golpe.
Valeria asintió, sin molestarse en disimular su tono profesional.
—Logramos reparar la válvula sin complicaciones mayores. Clara está estable. Estará en observación unas horas más en UCI, y si todo sigue bien, la pasaremos a su habitación esta misma noche. Pero no está fuera de peligro aún, hay que estar atentos a cómo responde en las próximas 48 horas.
—Gracias… —Thiago murmuró, genuinamente agradecido, pero su voz arrastraba un agotamiento distinto. Uno que Valeria reconocía demasiado bien.
El agotamiento emocional que lleva a un hombre a buscar consuelo… aunque se