El reloj marca las cuatro de la mañana cuando Nicolás abre los ojos, aún medio dormido, pero con una sensación intensa y urgente recorriéndole todo el cuerpo. Mira a su lado y ve a Reik hecho un ovillo, con el cabello revuelto y la respiración suave. Sus mejillas lucen tan rosadas que parece un durazno maduro. Nicolás traga en seco, le encanta lo que esta viendo. Siente el calor y la presión acumularse y crecer sin piedad.
—Reik… —murmura contra su oído, sosteniendo sus caderas, con su voz ronca de sueño y deseo.
—Mmm… ¿qué pasa…? —Reik apenas logra abrir los ojos antes de sentirlo entrar— ¡Ah…!
El jadeo de Reik se ahoga contra la almohada. Está cansado, pero su cuerpo reacciona rápido, casi como si lo esperara. Nicolás lo envuelve con su torso fuerte, besándole la nuca con desesperación. La habitación está oscura aun, iluminada solo por la luna que se cuela por la ventana, haciendo brillar el sudor en su espalda.
La respiración de Reik se entrecorta.
—Nico… es muy temprano… nisiquier