La habitación está en silencio. Afuera, la nieve cae sin tregua, cubriendo los techos y las calles de Eisblum. La lámpara de noche lanza un halo cálido sobre sus cuerpos, como un pequeño sol privado solo para ellos.
Reik tiembla ligeramente. Sus muslos delgados se tensan al sentir la mano de Nicolás acariciarlo con cuidado, explorando cada centímetro de su piel.
—Estás temblando… —dice Nicolás, con la voz ronca mientras le acaricia el rostro.
—Es… es mi primera vez así contigo—admite Reik, con las mejillas rojas, sin apartar sus ojos grises claros de los verdes profundos de Nicolás.
—Lo sé… —responde él, con una sonrisa suave—. La mía también.
Reik parpadea.
—¿En serio…? —pregunta, con un hilo de voz.
Nicolás asiente, besándole la frente con ternura.
—No podría hacerlo con nadie más… solo contigo.
El pecho de Reik se agita. Una parte de su corazón, rota desde hace años, sana poco a poco con esas palabras.
—Pero… —Reik muerde su labio inferior—. Eres muy grande… y yo… yo nunca…
Nicolás