El paramédico sube con su asistente, llevando un maletin de emergencia. Cuando tocan la puerta, escuchan un murmullo adentro.
—¿Quién es…? —pregunta Nicolás, sudando frío.
—Emergencias, señor. Entrare solo con mi compañero.
Cuando abren la puerta, el paramédico se queda con la boca abierta.
Ahí están. Nicolás en la espalda de Reik, cubiertos apenas con una sábana delgada, manchadas de semen y sudor de ambos. El vientre de Reik está muy abultado y su rostro rojo de vergüenza. La habitación huele a sudor, feromonas y lágrimas.
—Dios mío… —murmura el paramédico, tragando saliva—. Bueno… vamos a necesitar… lubricante, una intravenosa y relajante muscular… y tal vez… terapia psicológica después de esto. Si no cede, deberemos transportarlos al centro en la ambulancia.
—¡No lo diga así! —chilla Reik, llorando de pura vergüenza con la almohada en el rostro.
Nicolás lo abraza más fuerte.
—Tranquilo, amor… pronto pasará.
—¡Quiero desaparecer! —lloriquea Reik.
—Eso no podemos hacerlo, señor —dic